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sexos y fobias

Los tatarabuelos

La abuela Paula y el abuelo Ramón en realidad son mis tatarabuelos, pero se les recuerda como abuelos porque sus cosas se siguen contando en la familia, como si de ayer se tratara, y no porque sean los únicos miembros originales, que aún los ha habido peores, sino porque fueron los primeros en vivir en este País llamado España.






El era de padre irlandés, noble y rico, que tuvo que exiliarse de su pais por cuestiones políticas. Lo de ser noble en la Irlanda de aquella época, no es de extrañar, ya que aún pertenecía a la corona británica, lo de rico tampoco; ricos ha habido en todas partes y en todos los tiempos. Lo que ya es de extrañar es que uniera lo anterior a la condición de ciudadano irlandés. Por más que hemos preguntado a miembros vivos de la familia no han sabido responder con coherencia a esta paradoja, ya que de todos es sabido, que los irlandeses no podían poseer títulos de propiedad hasta su independencia,y mucho menos títulos nobiliarios, a no ser los concedidos por su Graciosa Majestad. Tampoco es cuestión de ponerse a investigar en archivos de la Isla, el grado de colaboración que tuvieron mis ancestros. Lo que si es cierto, es que llegó millonario, noble, alto, pelirrojo y casamentero a Las Islas Filipinas. Allí casó, como no, con una heredera de una muy rica familia de origen español y chino, que no tagalo. Aún así, en Las Islas se sigue diciendo que la sangre filipina , tenga el origen que tenga, mezcla muy bien con la sangre española, dando origen a bellezas femeninas, algunas bien conocidas aquí en España; versus Preysler, Isabel, y Junior, Antonio Morales, que aunque no se pude poner en duda su hombría, tampoco podemos decir que sea poseedor de una belleza muy masculina.






Una vez casado el noble y rico irlandés con la bella y rica filipina, se dispuso a fecundarla con gran entusiasmo y del gozoso encuentro nació un más que apuesto, noble y mucho más rico, ya, ciudadano español. Aún no se había producido el argumento de la película Los últimos de Filipinas, por lo tanto, una vez crecido el vástago, fue enviado a completar estudios militares a la Metrópoli. Por lo que ya tenemos al abuelo Ramón, joven, rico, noble y apuesto paseándose por Madrid con su uniforme de Guardia de Corps de su Majestad Alfonso XII.




Por aquellos meses pasaba temporada en la Capital una bellísima joven, y de ésta si doy fé, ya que aún se conserva en la familia un retrato al óleo, que te hace pensar por qué mala suerte de combinación genética no has podido tú salir a la tatarabuela, pues por lo mismo que tampoco sale tu número de la lotería y que se le va a hacer. Y no será porque no me hace falta.Quedando claro que ella era una bella y educada joven, sólo nos resta decir que era la heredera del llamado rey del estaño, cuyas minas en Chile le hacían inmensamente rico.




Pues ahí los tenemos, enamorados ambos, bellos, apuestos, nobles y al parecer sin problemas económicos dispuestos a unir sus vidas para siempre, que era como se hacia en aquellos tiempos.
Los tatarabuelos se trasladaron a Cádiz, concretamente a Chiclana de la Frontera dónde fijaron su residencia oficial. ¿Rareza de la familia?, pude ser, pero Cádiz, en aquella época, tenía un puerto de importante tráfico marítimo con las colonias y disfrutaba de una vida intelectual, social, y cosmopolita nada comparable a otra ciudad española incluida la capital. Además, a ellos no les hacían falta las relaciones capitalinas para medrar en ningún aspecto de sus vidas.




Tuvieron cuatro hijos y la abuela Paula seguía bella, pizpireta, alegre, coqueta, melosa y libre cual chilena de la época, y él serio, recto de cuerpo y convicciones, fuerte de carácter que no de maneras y cuya firmeza no menoscababa su galantería, cuando unas navidades a la abuela Paula se le ocurrió comprar lotería de Navidad. ¿Necesidad? para nada, juguetona ella y desafiante, pues el abuelo Ramón le había avisado que no se le ocurriera caer en, lo que él llamaba, una provocación ante el pueblo. Con tan mala suerte, vaya paradoja, que su número salió premiado y además, contraviniendo los deseos de su esposo, lo cobró. Esta ha sido la única herencia que no se ha perdido a lo largo de los años, no el premio de la lotería, sino la de que no ha habido ninguna de sus descendientes a la que un esposo o padre pudiera imponerles nada.







Ella, antes que renunciar a su premio, se trasladó de la gran casa familiar a otra que competía en lujo y tamaño con la conyugal. El, antes que renunciar a sus convicciones y enamorado como seguía de ella, le enviaba cada mañana con el cochero un ramo de rosas rojas a su nuevo domicilio. Jamás la visitó, jamás volvieron a estar juntos, pero los chiclaneros fueron testigos estupefactos del paseo matutino de cada dia, sin faltar ninguno hasta la muerte de ella, de un cochero con flores por las calles de la ciudad

2 comentarios

Desconcierto -

Usted me va a perdonar, pero que desgracia tener unos parientes así, que antepongan trabas a la pareja y encima no puedan abviar que se las brinquen.
Celebro de cualquier forma que no sacara usted la belleza pero si lo claridosa.
Salud y amores

Nicolás -

¡Qué suerte tener una familia así! Admirables tanto tu abuelo como tu abuela. Qué lástima que haya tanta gente en nuestra sociedad que esté empeñada en que algunas cosas se pierdan...