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sexos y fobias

Romance en Venecia

Dicen de Venecia que es una de las ciudades más románticas del mundo, y a decir verdad , cuando uno llega en el barquito que te trae desde el aeropuerto a través de la laguna y desembarcas en plena Plaza de S. Marcos, sin lugar a dudas una de las plazas más bellas del mundo, también por sus vistas , y contemplas majestuosa en la punta de los dos canales la iglesia de Sta. Maria de la Salud, estás convencida que ése es el lugar idóneo para derretirte de amor. Pero la realidad se impone, y tienes que arrastrar tus maletas a través de calles laberínticas, escaleras de cientos de puentes y sin que el sentido de la orientación te sirva para nada porque siempre te encuentras un canal en medio para echártelo por tierra. Por supuesto olvídate de taxis o algún vehículo con ruedas, y ni se te pase por la imaginación que tu hombre cargue con tus bultos, que el amor no da para tanto y el bolsillo no llega para hospedaros en el Hotel Danieli , el que está justo enfrente del barquito.

Tanta ilusión tenéis que decidís coger los vaporetos en lugar de andar – no hay otra opción-para trasladaros por la ciudad, y ver la mayoría de sus bellezas con tiempo suficiente de retozar debidamente en ciudad tan romántica.

Al segundo viaje en barquito con paradas a un lado y a otro del canal, tú ya te has mareado y os sentáis en una terraza a orillas del Gran Canal, pero el mareo va a más a pesar de pisar tierra porque todo a tu alrededor se mueve, aquello es la hora punta en la Gran Vía pero acuática y, tú tratando de disimular, accedes a continuar el camino a pie y darle gusto a tu chico . Pero cuando estás a la mitad del Puente Rialto, ya no puedes más y vomitas directamente al Gran Canal, mientras rezas que no pase ninguna góndola por abajo.

Al día siguiente, en cambio, decides que tienes mucha ilusión de montarte en góndola. ¿Cómo vais a volver sin la foto en la góndola y sin haber hecho la singladura romántica por excelencia?. Te tomas la biodramina y ya está. Y él, que vaya horterada, que no le apetece, que le da yuyu, ¿es que no ves que parecen ataúdes flotantes con sus caballitos dorados y sus plumeros , y tan negras, negrísimas? ¿Y el precio?, ¡vaya robo!. Y así todo el día, que menuda bronca habéis tenido, hasta que él agotado dice: Vamos a tu góndola que si no me lo vas a estar reprochando toda la vida, y tú, entonces dices muy digna que así no, que si él no va a estar a gusto que no os montáis en góndola y punto, que mejor ir a merendar al Florián , otro recomendación que no puede faltar si vas a Venecia. Claro que cuando llega la cuenta de los cafés , dos copitas y la tarta, por supuesto compartida, te das cuenta que os habéis bebido la góndola con gondolero incluido

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