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sexos y fobias

Dichosa Navidad

Si a mí me llegan a decir que iba a estar hasta el moño de la Fiestecita por excelencia desde primeros de Noviembre, no me lo hubiera creído, porque tengo que reconocer que debo ser de las pocas personas que todavía admite que la Navidad le gusta.

La Lotería de Navidad de mi empresa tengo que reservarla a la par que pongo las lavadoras de los bañadores a la vuelta de las vacaciones. Este año, como además tuve que lavar las cortinas, se me pasó, y me he quedado sin lotería. Llevo 20 años comprando el dichoso décimo, como toque ésta Navidad, mecagoen.......

Cada año tengo que organizar más pronto las compras , siguiendo las recomendaciones del Ministerio de Comercio de no dejarlas para el último momento, y así, poderme ahorrar unos cuantos euros. Gracias Ministerio, sois muy amables cuidando de mi monedero (decir aquí economía sería pretencioso). Claro que, para adelantarme a la Campaña Navideña, tengo que haber comprado todo allá por el día de los Difuntos; ahora llamado de todos los Santos,que mis muertos no van a ser menos que Monseñor Escrivá.

La culpa es mía y sólo mía, porque mira que me empeñé que en casa hubiera espíritu de fiesta, nunca senté un pobre a mi mesa, por lo tanto no puedo decir espíritu navideño, que una no está para hipocresías. Desde que empecé a quedarme embarazada, no he dejado de ir un sólo año a la Plaza Mayor a comprar adornos para el Arbol y figuritas para el Nacimiento. Ni que decir tiene lo que, a estas alturas, tardo en colgar todos los adornos en el Arbol y la de muebles que tengo que retirar para que quepa el Nacimiento; ya quisieran los palestinos tener tanta extensión y unas casitas tan monas

La cantidad de horas invertidas en la cocina,ni la menciono, el caso es que todos los hijos están encantados con la Navidad en casa de mami, y yo pienso horrorizada que este año son cuatro más, los adjuntos a los hijos también se apuntan a unas Navidades tan enrolladas.

Y aquí ando, un año más jurando y perjurando, que el año que viene les paso el testigo a los hijos, aprovecho para pintar las casa en esas fechas, eso sí, contratando ciudadanos que celebren el Ramadán y yo volando hacia latitudes dónde en vez de belenes pongan caipiriñas. A la vuelta ya tendré tiempo de lavar los bañadores con total tranquilidad

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