Soledades
La ventana abierta de par en par. El sol se va. Las ventanas de las torres se rompen en cientos de soles pequeñitos. La última mosca superviviente vuela despacio delante de mis ojos. Una niña, pelirroja de fuego, estudia en la ventana de enfrente. El de Delft la hubiera pintado; sólo que ahora su rostro holandés está iluminado por un flexo.
El horizonte ya está violeta encima de la ciudad y la luz en unos minutos será la eléctrica.
La ventana cerrada a cal y canto. Cada rincón de la casa me cobija como si de mi segunda piel se tratara. Podría andar a ciegas y todo seguiría en su sitio. Sólo el frigorífico se ilumina, cuando lo abro, para tentarme con sus posesiones. Mis cosas me acompañan según las voy necesitando. No me piden explicaciones. Si las tomo o las dejo siempre están dispuestas a darme el placer que les pido. Solo el silencio se me rebela a veces pidiéndome a gritos que lo rompa. Entonces le pongo la televisión para que se calme
La ventana cerrada a cal y canto. En mi mundo de 16 m2 la música me acompaña siempre. La luz del ordenador me llama pidiéndome palabras. Los libros me rodean como cálidas mantas de invierno. En el móvil van entrando mensajes: amistosos como te va, familiares corta internet y llámame, apasionados te deseo cuando quedamos. Todo es apacible, salvo cuando otra ventana se abre de par en par para traerme el mar y la luna.
Cosas de la webcam
2 comentarios
Nicolás -
estoy leyendo tu diario y me parece fantástico. En concreto estoy leyendo la entrada "soledades" del diecinueve de diciembre.
Por lo que a mí respecta, en este momento, no estás sola.
miqui -